EL SANTO MOJADO.
La gente clamaba al Cielo... ¡piedad, piedad!
Llovia tendido toda una semana; las quebradas secas son grandes raudales y el dique del pueblo se va a desbordar.
Ante gran tragedia, que el pueblo temía, llamaron al cura y el cura intervino a regañadientes, pidiendo que niños y viejos debían rezar para calmar a Dios, que seguramente sus malas acciones quería castigar.
Salió de la gleba, casi siempre ocurre, el hombre distinto de los mil arbitrios, que actúa y realiza, mientras otros discurren; que en viendo el peligro de esta población, pensando en salvarlo, trajo el Santo del Atrio quitole camisa y hasta el pantalón.
Las aguas cedieron por grande milagro, el agua del dique comenzó a bajar y el arroyo bravo otra vez fue magro y el pueblo contento dejo de rezar.
Al santo mojado pusole el prelado seco pantalón llevole a la Iglesia rezo un Padre Nuestro pidiendo perdón...
Castasil.